Primer lugar

B.A.S.J

Gabriela:

No sé si esta carta va al pasado o si en realidad eres tú la que nos escribe desde adelante. Me cuesta saberlo, porque hay días en que tus palabras nos suenan más modernas que las nuestras. ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo pudiste decirlo todo cuando el mundo apenas te dejaba abrir la boca?

Soy hombre, Gabriela. Uno criado entre silencios y mandatos, con las emociones cortadas a tijera por generaciones que confundieron fuerza con frialdad. Te escribo no desde el privilegio, sino desde la fractura. Porque los hombres también nos rompemos, aunque nos enseñaron a hacerlo hacia adentro. Y cuando leí tus cartas, tus poemas, tus gritos disfrazados de metáforas, entendí que tú también supiste de esas grietas. Que también habitaste la contradicción.

Hoy, en este mundo de likes y algoritmos, hablar con el alma suena a debilidad. Pero tú me enseñaste que escribir es un acto de coraje. Que amar —a quien sea, como sea— es un acto político. Y que llorar no nos quita fuerza, sino que nos devuelve la humanidad.

Gabriela, los niños que amaste siguen siendo los olvidados del sistema. Los diferentes, los lentos, los sensibles, los que nadie quiso abrazar. Tus “tullidos, huachos y locos”, como tú les llamaste con ternura feroz, hoy llevan otros nombres: marginados, neurodivergentes, migrantes, trans. Y siguen solos. Y siguen esperando a alguien que los mire como tú los miraste: sin miedo.

¿Y sabes qué más? También seguimos escondiendo el amor. Tú lo supiste. Tu amor por Doris, por mujeres, por la vida, se te fue por los bordes porque no te dejaban nombrarlo. Yo también me escondí. Por miedo.Por vergüenza. Por creer que tenía que ser algo que no era.

Pero ya no, Gabriela. Ya no.

Te escribo como un hombre que aprendió a amar sin pedir permiso. Como un hijo tuyo, aunque no me hayas parido. Como alguien que encontró en tus versos una forma de sanar lo que me rompieron.

Y si esta carta viaja en el tiempo, que sepas esto: no escribiste en vano. Tu fuego sigue. En mí. En quienes resistimos. En quienes aún creemos que escribir puede ser un acto de justicia.

Gracias por no callarte.

Gracias por abrirnos la boca a los que nacimos mudos.

Con todo lo que soy,

Un hombre del siglo XXI


Autor: 
Bastián Andrés Soto

Sede:
Los Ángeles